El miércoles por la noche, el estadio Alejandro Morera Soto se convirtió en un escenario no solo crucial para la Liga Deportiva de Alajuense desde el punto de vista deportivo, sino también simbólico en términos de comunidad y conexión emocional. Alajuense logró avanzar a la tan esperada final de la segunda fase del torneo Clausura 2025 tras vencer a Puntarenas FC con un marcador de 1-0 en tiempos extra. Sin embargo, lo que realmente celebró el entrenador Óscar Ramírez fue la palpable comunión entre su equipo y los apasionados fanáticos que los apoyaron incondicionalmente.
Desde horas antes del comienzo del partido, el ambiente que rodeaba el estadio Morera era completamente caótico: largas filas de tráfico, desvíos por múltiples calles, y un acceso que parecía colapsado. Sin embargo, más de 10,000 fanáticos lograron hacer su camino hacia el interior del estadio, llenando cada rincón de las gradas. Muchos de ellos habían llegado con anticipación, pero su lealtad hacia el equipo fue inquebrantable. Saltaron, cantaron y alentaron a su equipo de manera ferviente, manteniendo el ímpetu durante los más de 120 minutos que duró el emocionante encuentro.
La conexión que Ramírez quería
El entrenador enfatizó: «Me gustó la conexión del equipo de hobby, creo que fue bonita. La gente se identificó; en algún momento tuvimos mucho volumen en el juego, aunque el gol no llegó. Quiero destacar a los fanáticos, porque el trabajo de Puntarenas fue complicado. La gente estuvo presente, el rival también se hizo sentir, y nosotros intentamos por todos los medios posibles. La afición logró identificarse con el equipo. Ese ‘Silencio incompleto’ nunca se hizo presente; me encantó la atmósfera, el entorno. Nam.
Oliver había solicitado previamente un ambiente sonoro dentro del estadio Morera, uno donde la participación no dejara lugar a la pasividad, y lo consiguió. Durante los momentos difíciles del encuentro, la energía del público fue incesante. El «hombre» lo notó y estuvo agradecido con los aficionados por su constante apoyo.
Una batalla con recompensa tardía
Alajuelense mostró un control del juego desde el primer minuto. Por su parte, Puntarenas, con una defensa en línea de cinco, formó un muro complicado de atravesar. «Ellos buscaron una superioridad numérica y, aunque lo hicieron bien, nosotros necesitamos elegir mejor cuándo y cómo encontrar al compañero que está en el primer o segundo palo», analizó Ramírez.
A pesar de la intensa presión, el gol parecía esquivo. No fue hasta el minuto 101 cuando Joshua Navarro logró empujar el balón hasta el fondo de la red tras una jugada brillante entre Matarrita y Oviedo. En ese instante, el Morera explotó en júbilo.
«A los 60 años, estoy viviendo el fútbol de una manera más emotiva. Nos merecíamos celebrar este triunfo; fuimos en busca del pase hasta el minuto 101. Fue muy emotivo, pero sí, me estresé, realmente», confesó mientras esbozaba una sonrisa de felicidad.
Un proyecto en crecimiento
Óscar Ramírez resaltó la solidez tanto táctica como emocional de su escuadra. «El equipo está en una fase de crecimiento. Tenemos compromiso, los jugadores quieren ir más allá. Ver la alegría en los rostros de los niños en la celebración es vital. Estamos unidos y listos para enfrentar los retos que vienen. Un buen vestuario nos proporciona un fuerte argumento para alcanzar nuestras metas.», mencionó Ramírez.
Aunque el objetivo más visible de esa noche era superar a Puntarenas y seguir adelante, el verdadero triunfo para Ramírez era, en esencia, haber cultivado un ambiente de apoyo incondicional: un equipo comprometido y una afición apasionada. Esa, sin duda, fue su victoria personal.