El miércoles por la noche empezó de manera anticipada para todos los presentes. Aunque el cielo jugueteaba entre el día y la puesta de sol, los fanáticos de Quevedo estaban preparados para gritar Buenas noches con la esperanza de compartir ese momento con su ídolo. A las 4 pm, las puertas del Parque Viva se abrieron, prometiendo la llegada de quienes habían estado esperando esta cita única durante años con el talentoso artista español de tan solo 23 años.
Para las 5 de la tarde, el movimiento frente al recinto se hizo notable. Grupos de amigos, parejas y adolescentes llevaban carteles hechos a mano y estaban preparados con teléfonos celulares para capturar cada instante del resplandeciente canario. La estética que predominaba era clara y compartida: la mayoría lucía ropa negra, camisetas oversized, pantalones demasiado grandes y gorras inclinadas. Era como si todos hubieran salido del mismo videoclip, como si esa vestimenta les acercara más al artista, sumergiéndolos en el universo musical que él ha creado.
Y cuando el reloj marcó las 8 pm, como si el escenario también tuviera un pulso, el ambiente se encendió. Quevedo emergió entre sombras y destellos de luz, mientras sus fanáticos estallaron en gritos y aplausos. Su voz, profunda como la noche que caía, saludó a todos y se dio comienzo a una velada que prometía ser inolvidable.
El espectáculo, parte de su gira Buenas noches Latam Tour 2025, no era simplemente un recital; se convirtió en una verdadera experiencia compartida. Con más de 16 mil boletos vendidos, la energía del lugar era palpable. La introducción dio paso a Kasandra, y desde ese momento no hubo vuelta atrás.
A medida que avanzaba el espectáculo, Quevedo continuó con Duro, Chapiadora, 14 de febrero y 125. Cada canción se sentía como una página extraída de un diario personal, donde el artista se expresa desde lo más profundo de su ser. El público, ávido y entusiasta, no dejó escapar una sola palabra.
Con Los días contados y amaneció, el show alcanzó una mezcla de melancolía y vibrante energía. Las luces crearon una atmósfera casi de videoclip en vivo, y Piel de halo y cordero ralentizó el ritmo del ambiente sin quitarle la energía a las almas presentes; eran confesiones hechas música que resonaron en el corazón de los asistentes.
Cada tema presentaba una ventana a diferentes emocionantes universos. Pedro Luis Domínguez Quevedo, el nombre completo del artista, no temía desnudarse emocionalmente: exhibiendo su faceta dura y delicada, nostálgica y aguda. Los seguidores, armados con celulares y gritos que ardían en sus gargantas, estaban completamente inmersos en su actuación.
Pronto llegaron los hits más esperados: APA (junto a Zarzamora), Playa inglesa (en colaboración con Myke Towers), Vista del mar, Punto G y delgado. El suelo vibraba bajo los pies de la multitud. La energía era una mezcla de celebración y liberación; la gente saltaba y compartía un sentido de comunidad única.
Entre sus emocionantes interpretaciones, la canción Pero tú, su colaboración con Karol G, se sintió particularmente poderosa. En esas melodías, Quevedo no solo cantó, se entregó por completo, haciendo de cada momento un instante mágico.
El broche de oro fue incomparable, culminando con el tema tan anticipado junto a Aitana: Gran Vía, Columbia, buenas noches. Como regalo final, el himno que nadie deseaba que terminara fue el Sesión Music (número 52) con Bizzarap, la canción que catapultó a la fama internacional al joven español.
El sonido se mezcló con el aire fresco de la noche, creando las condiciones ideales para que el concierto se desarrollara sin problemas. Para algunos fanáticos, tracks como El tonto y La polaris resonaron en sus corazones.
Finalmente, las luces se apagaron y miles de siluetas vestidas de negro comenzaron a dispersarse, aunque la energía aún mantenía su presencia en el ambiente. Esa experiencia, aunque fue una primera vez, se sintió extraordinariamente familiar.